“La última boya” es el nombre de una acuarela hecha por la artista Isabel Zárate. Ese nombre se eligió para representar nuestra boya, la de todos los paranaenses que navegamos el hermoso río.
Si bien habitualmente denominamos “última boya” a la reunión de camaradería posterior a una regata, en este caso la agasajada es ella, nuestro mojón, la que nos distingue en el resto del río y que por su nomenclatura y colores rojo verde rojo, representa la entrada a un canal secundario de navegación.
Es la de nuestra llegada en regatas y travesías, también la que todos tenemos de referencia y la que seguramente nos hemos acercado para vislumbrar la intriga de su funcionamiento.
La obra está enmarcada y expuesta en el departamento, y me recuerda diariamente que, pasada la pandemia y cuando el río repunte en su caudal, podremos volver a salir a navegar.
La pintura parte de una fotografía obtenida hace algunos años, en el momento justo en que el velero “Mambo” pasa muy cerca por detrás, durante una regata y a toda velocidad (la foto fue sacada por Lucas Álvarez Daneri y publicada en el sitio web ultimaboya.com ).
Se trata de uno de los tres veleros plenamar 23 de nuestra flota, que en ocasión de la competencia estaba siendo tripulado por Julián Rossi al timón y su dueño Diego Rodriguez como trimmer.
La anécdota de la foto
Una maniobra de acercamiento no es habitual y se produjo, como cuentan sus protagonistas, producto de una ocurrencia del timonel, quien pretendía bromear a su compañero, quien es muy apego al cuidado de su barco.
Diego, que se encontraba en su posición de adrizante (contrarrestando la escora con su propio peso) e impedido de ver detrás de la vela Genoa de proa, atento a la ubicación del Mambo y referenciando la costa, le consulta al timonel sobre la cercanía de nuestra a la boya 602, acaso como prevención.
Resulta entonces la maniobra, digamos extraordinaria y ejecutada con absoluta certeza por Julián, quien sí la divisaba perfectamente. Enfiló la trayectoria adecuada según la corriente, y en forma precisa y calculada, la bordeó a tan solo pocos centímetros.
La respuesta entonces fue en modo jocoso: “Yo no la ví, pero si querés vení y tocala”. Las risas de ambos producto de disimiles sensaciones, resultó casualmente plasmada gráficamente.
En nuestro deporte amateur, las tripulaciones se componen mayormente de amigos. Solemos vivir gratos momentos y es habitual acciones donde la camaradería y la confianza producen anécdotas que perduran en el tiempo. Mientras tanto “La última boya” (602.2) sigue aguardando por ser espectadora de lujo de las actividades náuticas, y todos esperamos pronto se reanuden.
(Texto por Ariel Medina)
